Tras la poda (puta), con las ramas de los árboles, las mujeres que deseaban quedarse embarazadas eran azotadas ritualmente, las sacerdotisas ejercían la prostitución sagrada en honor a la diosa. Con el paso del tiempo el nombre de la diosa paso a denominar a la mujer que ejercía la prostitución.
El verbo fornicar proviene de la denominada fornices, que eran las celdas donde las prostitutas recibían a sus clientes.
El Leno era el encargado de mantener el orden y cobraba una comisión del servicio de la prostituta.
Para los romanos había cuatro tipos de prostituta: la prostituta (que esta dispuesta) era la que entregaba su cuerpo a quien ella quería. La pala (sin elección) aceptaba a cualquiera que pudiera pagar el precio demandado, la meretrix (la que gana) era la que se ganaba la vida por si misma y las copae, eran las que se ofrecían en las tabernas o cauponas.
Cada prostituta a la entrada de su celda tenia un dibujo con el que hacia referencia a su especialidad.
Las prostitutas consideraban la felación (fellatio) como el vicio más repugnante, que un cliente podría solicitar. Era el servicio más caro y se supone que era por la falta de higiene de algunos clientes.
Las prostitutas y mujeres de costumbres licenciosas, eran obligadas a vestir con una túnica corta y oscura para diferenciarlas del resto de mujeres.
Las malas lenguas decían que Mesalina tenia una celda alquilada a su nombre y ejercía la prostitución para saciar su apetito sexual bajo el seudónimo de Lycisca; al acabar la jornada pagaba su comisión al Leno y se iba a palacio. Comentan que por una apuesta con otra prostituta se trabajo en una jornada a una centuria.
Catón el Viejo dijo:
—“Es bueno que los jóvenes poseídos por la lujuria vayan a los burdeles en vez de tener que molestar a las esposas de otros hombres”
Fuentes: Varias
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