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miércoles, 31 de agosto de 2016

AMOR EMPERO.

Amor empero,
traidor y austero,
extravagante pero,
embustero.
Lo fuiste todo,
dueña de mi alma,
señora de mi corazón,
y  después nada,
así,  ahí colgada,
queda la razón,
por ti denostada,
y el amor muerto,
por cabrón.
Puto amor que me vendiste,
a las garras de una mujer,
y después viniste,
mi alma a recoger.
Caro me salió el amor,
y pagar no pude,
por eso mi clamor,
que tu ser elude.

domingo, 7 de agosto de 2016

ÁNGEL CUSTODIO. Relato corto.


Luchando contra sus miedos y problemas en el interior de su cabeza, encaminaba la calle mayor. Cruzándose con los viandantes, a los que ni veía, tan absorto en su guerra particular que se sentía la persona más sola y desgraciada del mundo. Y estaba decidido a terminar de una vez con todo el sufrimiento, ya no podía más.
Se echó la mano al bolsillo buscando el tabaco, sacó un cigarrillo, al tiempo que buscaba entre los demás bolsillos el mechero, « ¿mierda, dónde pijo tengo el puto mechero?».
Se paró un instante, pues no lo encontraba; estaba nervioso, tenía muchas ganas de fumar. Se registraba en busca de fuego, pero nada, no encontraba el mechero.
Tiró el cigarrillo ante la mirada reprobatoria de una señora mayor, y siguió andando, «a la mierda, pues no fumo, aunque también podía haber pedido fuego. Seré milpillas».
Llegó hasta las inmediaciones del muelle, dónde la actividad portuaria era la normal a esa hora. Trasiego de mercancías y de trabajadores yendo y viniendo con prisa, maquinaria ronroneando y un ruido infernal por doquier.
Miraba a su alrededor, y pensaba en los problemas que cada uno de los que estaban a su vista podría tener.
«Bueno, ¿y ahora qué, tengo los huevos necesarios o me voy a rajar?».
Buscaba la forma de tirarse al agua en el sitio más peligroso, pues los accesos al agua estaban vallados y no era tan fácil acercarse.
«Pero si me tiro al agua, quizá el instinto de supervivencia me haga salir a la superficie, ¿quizá subirme a una grúa y tirarme al vacío?».
Buscaba la manera de quitarse la vida, era la decisión que tomó la noche anterior, cuando todo le superó: la traumática pérdida de su hijo, la dolorosa separación de su mujer, el despido inesperado y ahora la carta del juzgado avisándole del inminente desahucio, « ¡Qué hijos de puta estos del banco!».
Encontró junto a un contenedor a otro hombre que no iba vestido como los obreros portuarios. Le extrañó, « ¿Qué coño hace ese ahí?».
La curiosidad pudo con él, y decidió acercarse, total, no tenía nada que perder salvo el tiempo.
— ¿No tendrá usted fuego, por un casual?
— ¿Y usted un cigarrillo?
Cada uno llevaba lo que el otro quería. Uno sacó el tabaco ofreciéndoselo al otro y por la otra parte un  mechero.
Ambos encendieron sendos cigarrillos y aspiraron con ansia, exhalando con lentitud el cancerígeno humo.
— ¿Usted no trabaja aquí por lo que imagino?
— ¿Por qué imagina usted?
—No lo veo vestido como uno de los trabajadores, y estando aquí medio escondido…
—Quizá no tenga ganas de conversación… y gracias por el cigarro.
—Tampoco tengo interés, mire usted, sigo a lo mío, que pase un buen día.
Se empezaba a marchar cuando:
—He venido a suicidarme —dijo el hombre del mechero.
— ¿Cómo?
—Lo que oye, estoy ya cansado de esta vida, es una mierda, además de injusta.
—Lo sé de sobra, yo vine a lo mismo.
Ambos se miraban sorprendidos, aquello era una casualidad.
— ¿Terminamos el cigarro juntos y cada cual a lo suyo?
—Hace —y se sentó junto al otro.
— ¿Porqué desea dejar este mundo?
—Lo he perdido todo, y lo poco o mucho que me quedaba me lo va a quitar el puto bando.
—Le entiendo perfectamente, pasé por eso hace un tiempo.
—Entonces me entenderá perfectamente.
—Sí, claro hombre, entenderle sí, pero no comparto lo que piensa hacer.
— ¡Pero si usted va a hacer lo mismo, ¿cómo me puede decir eso?!
—Lo mío era metafórico, hombre.
—No le entiendo.
—Joder, Antonio, sé que te pasa, y he venido a intentar que cambies de idea.
— ¡¿Cómo sabe mi nombre?! ¿Quién coño es usted y qué quiere de mí?
—Antonio, escucha, y no me tomes por un loco.
—Empiece a habar ahora mismo.
—Soy tu ángel de la guardia…
— ¡Ja ja ja, no me toque los huevos!, hombre, que estamos con una cosa muy seria.
—Al menos te hice reír….Antonio.
A Antonio se le acababa la paciencia y agarró por el pecho al otro hombre violentamente.
—Seguro que eres del banco, cabrón, te voy a partir la cara.
—Tranquilízate, hombre, que no es una broma; déjame que te explique.
—Empieza a hablar o te voy a dar de hostias que no te va a reconocer ni tu puta madre.
Antonio soltó al otro hombre y pareció dispuesto a escucharle.
—Yo soy de verdad tu ángel custodio, no me mires así.
— ¿Y?
—Que no puedo dejar que cometas esa locura, sería mi fracaso como guardián de almas.
— ¿Y a mí que pijo me importa?, si no soy creyente, si existiera Dios no se hubiera llevado a mi hijo, ni me hubieran pasado todas las desgracias que he sufrido, ¿qué mierda de dios permitiría eso?
—No hables así, y por favor, tutéame.
—Ya solo me falta que me digas que te llamas Ángel.
Entre sonrisas el guardián de almas contestó:
—Así es, Antonio.
— ¡No me jodas!… ¿Ángel?
—Mira Antonio, vamos a hablar un rato, y si no te convenzo, me daré por vencido y perderé un alma, pero dame la oportunidad de hacerte cambiar de idea, total, no tienes nada que perder, salvo el tiempo que me dediques.
—Vale, aunque sea por curiosidad, porque mira que me han contado milongas, pero esta es de las más gordas.
—Sé lo que pasó con tu hijo, lo de tu mujer, y lo siento de veras. También lo de tu casa, pero podemos arreglarlo de alguna manera, los que se fueron ya no volverán, pero que no te quiten la casa es posible, algo es algo.
— ¿Crees que tengo alguna motivación para vivir? Lo de la casa es secundario, joder.
—Pero salvando tu casa podrías empezar una nueva vida, Dios te da otra oportunidad de ser feliz Antonio, ¿te das cuenta?
—Pero si no tengo empleo.
—Eso también lo podemos solucionar.
—No lo entiendo.
—Es bien fácil, te lo explicaré, solo tienes que firmarme este documento —dijo al tiempo que se sacaba de su chaqueta unos papeles y un bolígrafo.
—¿Qué coño es eso?
—Tu carta de libertad, Antonio, un documento que te exime de pagar nada por la casa y seguirá a tu disposición para siempre.
—Suena bien eso.
—Claro hombre, firmando haces una especie de alquiler de por vida a la Iglesia Católica por una cantidad simbólica, y mientras esté de esta forma, nadie, y repito nadie, ni banco y entidad alguna, podrá echarte de allí nunca.
— ¿Y eso es legal?
—Crees que con las cosa divinas se juega, que soy un ángel, Antonio.
— ¿Y lo del trabajo?
—Se te conseguirá algo en alguna institución… de jardinero por ejemplo, ¿te vale?
—Pues claro que sí, siempre que me paguen…
—Bueno, te estamos salvando, tampoco pidas mucho.
— ¡Joder con el cielo!, ¿también negocia convenios colectivos?
—Firma, anda, y no te lo pienses más, es la única vía de escape que tienes.
—Debo pensarlo un poco, ¿no crees?
—Mira, habías venido a quitarte la vida, y te encuentras con una oportunidad única de empezar de nuevo y sin perder tu casa, ¿qué más quieres?
—También es verdad, quizá tengas razón, ¿dónde hay que firmar?
—Mira, aquí.
Antonio confiado firmó sin leer los documentos.
—Bueno ya está todo solucionado, a partir de ahora mismo eres un nuevo hombre, ¿cómo te sientes?
—La verdad, me siento igual que hace un momento, como un fracasado de mierda.
—No digas eso hombre, que al final vas a conseguir lo que deseabas, por cierto, ¿echamos un cigarro para celebrarlo? —dijo Ángel mientras miraba a uno y otro lado.
Antonio bajo la mirada y con las manos buscaba el paquete de tabaco, justo entonces notó que una afilada hoja de acero se introducía en su cuerpo. Instintivamente se echó las manos al estómago al tiempo que alzaba la vista mirando a los ojos al que afirmaba ser su custodio y ángel de la guarda.
—Hijo puta… me has matado…
La mortal hoja se clavó en repetidas veces en el cuerpo de Antonio, dejándolo mortalmente herido y cayendo al suelo.
Ángel sin inmutarse lo más mínimo, sacó su teléfono móvil y llamó a un número pregrabado.
—Sí, todo resuelto, la casa ya es nuestra.
Desde el otro lado del auricular:
— ¿Le costó convencerlo?
—Ha sido fácil, como siempre.
—Buen trabajo… padre Ángel, vaya a su parroquia y no salga en unos días, ya pasarán a recoger los documentos, no se preocupe.
—Bien arzobispo, a su servicio, pero… ¿esto es legal de veras?
—Usted no se preocupe por cosas legales, para eso ya estoy yo, siga su camino y sirva a la Iglesia como hasta ahora.

sábado, 6 de agosto de 2016

PRINCESA.

Deshojemos esta margarita juntos
aunque sus pétalos sean de amargura,
son los contrapuntos,
y es una lucha segura.
Desazón y desilusión,
la de las cuerdas de mi vida,
pero quiero esa percusión,
de mi cuerpo abastecida,
disipando mis miedos,
tocadas por tus dedos.
Con tu magia y por tus besos,
por tus arrumacos y bisbiseo,
que nunca me falten esos,
que entre mis sábanas deseo.
Quizá no te di lo justo,
para una princesa como tú,
pero todo te entregué con gusto,
hasta mi espíritu.
Nunca pediste nada,
yo te daba lo que podía,
y siempre entregada,
tu boca me sonreía.