Tras la ecatombe sufrida por las tropas de Carlomagno en Roncesvalles, y todo lo que eso trajo, una vez repuesto y curadas sus heridas, sus huestes regresaron a tierras hispánicas, en en 785, tomando Gerona, y más tarde Barcelona en el 801.
Los francos llamaron a este territorio Septimania, una zona que se extendía desde el río Llobregat hasta los Pirineos, incluyendo los condados de Gerona, Barcelona, Urgel, Rosellón, Ausona, Ampurias, Cerdeña y Belasú.
Al frente de estos territorios se puso a un comes marcae —marqués— con la autoridad sobre todos los condes territoriales.
La autoridad del imperio carolingio se mantuvo durante más de 200 años, caracterizados por los continuos alejamientos desde que Wilfredo I — El Velloso— asumiera el control el la asamblea de Troyes en el 879 en seis importantes condados de la Marca Hispánica.
La delegación efectuada por el monarca Luís II— El Tartamudo— permitió al noble catalán ejercer un ataque directo sobre los musulmanes acantonados en el macizo de Monserrat. Desde ese momento Wilfredo— El Velloso— y posteriormente sus descendientes, Borrell y Sunyer, comenzarán a dar forma a las particularidades catalanas, y así nacerá la dinastía conocida como "Casa Barcelona", que impondrá los cimientos para la futura construcción de lo que será Cataluña.
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