
Molesto por el fuerte olor del tabaco del conde, sacó uno de sus cigarros y se lo ofreció diciéndole:
—No hay nada mejor que fumarse uno de estos en buena compañía.
Von Haeseler lo cogió, se lo guardó en su pitillera y siguió con su puro.
—¿Por qué no lo enciende?— le preguntó extrañado.
—Esperaré, como usted bien dice, a encontrarme en buena compañía.
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