Se quejaban algunos militares a Otto Von Bismark, de la ligereza con la que se estaba concediendo la condecoración de la "Cruz de Hierro" a cualquier persona durante la guerra franco-prusiana de 1870. Entre ellos, se encontraba un príncipe germano que era uno de los que más protestaban, a lo que el estadista se le acercó y le dijo:
—Excelencia, tendrán que ser condecorados aunque sólo sea por motivos decorativos o de protocolo. Piense que, después de todo, tanto usted como yo ya la tenemos.
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