La más que conocida Isla del Tesoro, de Robert
Louis Stevenson (1850-1894), es sin duda unos de los clásicos de la
literatura universal. Obra que todos en algún momento hemos leído, o al menos,
visto en película o dibujos animados. Es uno de los más claros ejemplos de
aventuras de piratas, que tanto agradan al público en general y sobre todo a
los más jóvenes. Pero su origen no lo es tanto.
Stevenson, mientras disfrutaba de un periodo de
descanso estival, se acercó a su hijastro queriendo congraciarse con él.
Observó que el niño de tan sólo 12 años estaba pintando una acuarela de una
isla. Así pues, guiado por su prodigiosa mente, empezó a navegar
por mundos imaginarios, creándose lo que sería el embrión de La isla del tesoro, poniéndole nombres a
aquel mapa original. Calaveras, piratas y un solitario naufrago nacieron ese
día para vivir eternamente.
Tanto gustó a padre e hijastro, que al día siguiente
ya tenía escrito el primer capítulo de la obra; haciéndose aquello un hábito
en su veraneo. Cada capítulo era leído en voz alta frente a su familia, para
que estos expresaran su parecer y aportaran algo, que seguro quedó plasmado en
la obra final.
También parece ser que en la obra no aparece ninguna
mujer— salvo la madre de Jim — por deseo expreso de su hijastro.
(Fuente Curistoria, Manuel Jesús Prieto Martín)
Buena apreciación de una novela universal. Me gusta.
ResponderEliminar