UNA Y MIL VIDAS

El choque era inminente, el barco pirata embestía con toda su fuerza al galeón.
El desconcierto era manifiesto, los hombres, curtidos marinos y guerreros se preparaban para recibir un cruel abordaje.
—¡Preparen las armas!
Los gritos de unos y otros casi ensordecían el crepitar de las armas. Llegó el temido momento; los garfios volaban de una cubierta  a la otra, desde los palos se lanzaban agarrados en cuerdas los temidos piratas espada en boca; el abordaje era un hecho.
—¡Fuego, fuego! —repetía una y otra vez el capitán del galeón español.
El chocar de las espadas, las hojas entrando en los humanos cuerpos llevándose las vidas de unos y de otros; bolas de plomo volando por la cubierta segando vidas. El mismísimo infierno no podría ser peor.
El galeón portador del oro de Las Indias resistía heroicamente, pero los desalmados piratas iban ganando terreno, hasta que…
—¡A cenar…!
«¡Plas!», se cerró el libro.
—Jo, ¿mamá, ahora…?
—Podrás vivir una y mil vidas en los libros, pero hay que alimentarse, hijo.