Arrabales de Leningrado, Krasny Bor, 9 de Febrero de 1943, Rusia.
La nieve extendía su manto inmisericorde para todo ser vivo. La temperatura el peor enemigo del soldado ¡casi 25º bajo cero! En la inmediaciones del pueblo se habían excavado trincheras defensivas, dónde literalmente helados, montaban guardia los soldados.
En el puesto de mando dos oficiales debatían:
—Se aproxima una ofensiva, me temo.
—Sí, Ródenas, creo que lamentablemente tienes razón.
—Deberíamos mandar una avanzadilla de exploración, a ver qué traman los rusos.
Transcurridos unos 30 minutos de aquella conversación, tres soldados se infiltraban en las líneas rusas. Su misión: Buscar información de primera mano de las fuerzas enemigas.
Tras cinco horas de cautelosa y peligrosa observación, los valerosos soldados están de vuelta con una información vital para su comandante.
Pero tras haber pasado por todos los peligros inimaginables, ahora tenían que regresar a sus líneas.
Agachados y en el más absoluto silencio, se acercaban a las posiciones propias.
De pronto y sin previo aviso, sonó un disparo. Un palmo de nieve rusa se levantó a unos centímetros de ellos.
—¡Pijo, que nos tiran!— gritó uno de ellos antes de echarse cuerpo a tierra.
En el otro lado de las trincheras.
—¡Coño! Son de los nuestros.
— Podrían ser rusos que hablen español.
—No, estoy seguro ¡Acercaos despacio, no tiraremos!
Tendidos en el frío suelo, contestaron.
—¡Somos españoles, no disparéis, venimos de un reconocimiento!
Con cautela y agachados al fin alcanzaron la posición.
—¿Sois de Murcia, verdad?, yo soy de Alcantarilla.
—No, estos dos son de Madrid, y yo de Cartagena.
—Pues os habéis salvado por el “pijo”, que lo sepáis.
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