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jueves, 9 de junio de 2016

NO ES LO MISMO, PERO ES SECRETO.

—¡Niños, a cenar!
A la carrera se inició en tropel una avalancha de niños hasta la cocina, la llamada al rancho es sagrado tema. Cosa que nunca pasa para poner la mesa o sacar la basura.
—¿Qué hay de cenar?
—Comida, ya lo verás— contestó la madre.
Sentados ya y, con la predisposición a devorar como cada día, los cachorros de la casa esperaban expectantes la cena.
La madre sacó una fuente de patatas fritas y otra con longaniza a la plancha. Sirvió y todos se pusieron a cenar.
Los niños se miraban unos a otros con complicidad, y de reojo a su padre.
Avezada, la cosa no pasó desapercibida a la madre.
—¿Qué es lo que pasa?
—Nada Mamá, ¿por qué?
—Uhm… algo se cuece.
Terminó la cena, y mientras Papá y Mamá recogían y fregaban:
—¿Qué coño le pasaba a la cena? No lo entiendo, es la misma que haces tú muchas noches.
—Yo qué sé, cariño, cosas de los críos, que son folloneros.
Llegó la hora de acostar a la tropa, y mientras Mamá acostaba al pequeño, Papá, lo hacía con los otros dos mayores.
—Papi, ¿por qué no saben igual la longaniza de Mamá que la tuya?
—Papá tiene sus secretos…
—¡Dínoslo, por favor!
—Sólo si prometéis no contárselo a Mamá.
—De acuerdo, Papi.
—Papá le suele echar a la longaniza mientras se está cocinando en la plancha un poco de vino blanco, ese es el secreto, pero sólo un poco.
—¿El vino blanco es esa botella que abres cada vez que te pones a cocinar?
—Sí, eso es; pero no se lo digas a Mamá.
—Muy bien Papá, te guardaremos el secreto.



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