POLVOS MÁGICOS
Recuerdo
los aromas en la cocina de mi abuela, esos guisos que solo una abuela podía hacer y,
en especial, dos tarros de barro entre los de la alacena.
Todos
correctamente etiquetados, menos estos, de los cuales, siempre mi abuela, tras
probar la comida casi hecha, abría con sumo cuidado, metía la mano y echaba una
pizca de ambos en la olla.
No
hace mucho me pudo la curiosidad y, un día le pregunté qué contenían aquellos
envases.
—Míralo
tú mismo —dijo.
Lo
comprobé. En uno de ellos pude ver sal —cómo no— y, en el otro ¡no había nada!
Miré inquisitivo a mi abuela.
—¡¿No
hay nada?!
—Sí,
pero no lo puedes ver, solo sentir, es algo muy importante… es “cariño”; échale
sal y cariño a todo lo que hagas para los tuyos, aunque no lo vean. Marcará tu
vida para siempre... y la de ellos, también.
¡ Qué bonito !, las abuelas y sus aromas....creo que las siguientes generaciones irán perdiendo lo de las comidas caseras hechas por unas manos únicas...
ResponderEliminar¡ Qué bonito !, las abuelas y sus aromas....creo que las siguientes generaciones irán perdiendo lo de las comidas caseras hechas por unas manos únicas...
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