¡Qué salada eres, jodida!
Te prohíbe el galeno, te usa
el cocinero, que pareces que tengas abolengo, pues en pasadas y remotas épocas,
fuiste hasta dinero.
Pero qué nombre te pusieron,
cloruro de sodio. Menos mal, que con lo de sal común, te lo pudieron apañar.
Imagínate el bacalao… ¡Cloruro “sodiado”!
Y más ahora, que de moda
está denostar y criticar lo propio, encima siendo de la mejor calidad, que es
la envidia desde Rusia hasta Portugal; y en África, mejor que la de Senegal. Y
hasta la del Himalaya nos quieren colocar.
¿Aquí donde hay playa y hay
mar?
¡Anda ya!
Consumamos nuestros
productos, los de San Pedro del Pinatar: esos salazones, que sin la tan
preciada sal, tan solo serian un triste nombre propio, sin apellido ni
identidad.
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