Nació
dos veces y nunca pudo morir, renunció a su Dios y el mal se hizo dueño de él, dicen
que aún deambula en busca de su amada perdida, vagando silencioso entre vivos y
muertos, cumpliendo su penitencia
particular, en busca de un sueño eterno que nunca acaba de llegar y nunca
llegará. Amó a quien no debía y por ello ha de pagar, por vender su alma a
cambio de conocer el verbo amar.
Si
en las oscuras noches sin luna vas por la calle y, las farolas se apagan a tu
paso, párate y escucha a tu alrededor, mira a tu espalda y encomiéndate a tu
dios… él podría estar ahí, acechándote, silencioso y ávido en busca del beso
perdido que de su amada nunca recibió. Cuando un viento gélido te hiele hasta
los huesos, no dudes de su presencia y, si un bisbiseo escuchas en tus oídos,
ten por seguro que el conjuro del beso perdido sobre ti se está recitando…
¡huye, corre! Nunca lo debes escuchar estando despierta… ¡escapa mujer!
Errante
alma que solo el amor buscaba, desahuciado y condenado a ser un ente, etéreo y
fantasmal, un soplo del mal en la Tierra en busca de un imposible. No debió
pactar con Lucifer aquella noche. Le engañó.
Siempre
que duermas, una rosa blanca nunca debe faltar bajo tu almohada, pues el
conjuro del beso perdido se anulará en tu alcoba, mujer, protegiéndote de todo
mal. Pero piensa en esas noches en que Morfeo no va en tu busca, en las que el insomnio se hace dueño de tu
voluntad. Piensa que él, está ahí observándote, silencioso, paciente a los pies
de tu cama, deseoso de hacer de ti esa amada que perdió, a la que nunca besó,
esperando la oportunidad de susurrarte al oído palabras que en su esclava te
convertirán. Querrá poseerte, ser tu dueño. Pérfido ente, maléfico y
atormentado, ya tendrás tu oportunidad, pues alguna almohada sin su rosa blanca…
cualquier noche ha de quedar.
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