Sólo pensaba en escapar,
aunque nuca pude,
y tras tanto esperar,
ni quise al final.
Me acostumbré al dolor,
a esa vida sin ti,
a ese clamor,
a verte sin tenerte,
y a tu aroma de flor;
a tu sonrisa,
a tu pelo azotado,
bajo la brisa.
A tu nombre,
a tu sonrisa,
y a mi falta de valor.
Pero al final no era de amor,
de lo que llenabas mi corazón
sino de dolor y desazón.
Por no tenerte, por no poseerte
por no tocarte o hasta besarte.
Por eso aquí terminas,
ya ni tú ni tus cosas,
me dominan,
pues siempre hay en el jardín,
muchas más rosas.
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