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martes, 19 de diciembre de 2017

TENGO GANAS DE VERTE

Tarde lluviosa, triste y gris. Acurrucado en mi sillón, abrazado y protegido por mi vieja y raída manta, miro por la ventana como cada tarde; observo como las gotas de lluvia mojan el fino cristal que me separa del frío invierno que reina en el exterior, como las gotas recorren esa incesante cerrera descendente hasta el final de la ventana y, otra vez a empezar, una nueva gota tras otra.
El humo de una taza de café que sostengo entre mis manos para calentarme, sube cual neblina etérea hasta mi faz y empaña mis gafas, escondiendo tras ellas las pequeñas lágrimas de melancolía que se escapan de estos mis ojos que un día fueron tuyos.
El recuerdo, la añoranza de ti y de tiempos pasados que fueron más que felices, acuden a mi mente, bombardeando con cada instante que pase contigo. Tu recuerdo está latente, vivo diría yo, grabado a fuego en mi roto corazón, pero te fuiste... para siempre y me dejaste sólo.
Espero reunirme contigo en breve, sé, o quiero creer, que me esperas allí donde estés con los brazos abiertos y esa sonrisa tan característica tuya que me hizo enamorarme de ti aquel día junto al río; porque dos almas unidas en el tiempo, lo estarán en el espacio por siempre, que nos fundiremos en nuestro ser común, sí, ese que la suma de ti y de mi, ese que formamos y que nunca más nada, ni humano ni divino, nos volverá a separar jamás.
Aquí sigo esperando la muerte, con paciencia y no viene; pero con el ansia de volver a verte, a ti, a mi único amor, a mi vida, a la luz de mis ojos, a esa que se llevo mi alma en vida aquel día que partiste, sin decir adiós. Tan abatido y desgraciado me dejó, que el reloj que marca mi vida se paró en ese instante.
Sin ilusión, ni incertidumbres ni aventuras por correr juntos, quedé rendido ante la cruda y fría verdad, tú ya no estabas. Por eso, cariño, aquí espero cada tarde, sentado en nuestro viejo sillón a que aparezca la Muerte, para que me lleve a allí donde tu estas. Pero miro por la ventana y nunca viene.
¿Acaso no tengo yo el derecho de morir, aunque sea por amor?
No tengo miedo, solo, unas inmensas ganas de volver a verte.

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